¿Más ricos o menos pobres?

- "¿Por qué estamos tan mal, Pancho"
- "Por la deuda externa, Lucho"
- "¡Pero si yo no me he endeudado!"
- "Tú no, Lucho, pero los políticos de los gobiernos anteriores sí"
- "Ah.... es como el pecado original... la culpa fue de Adán y Eva y nosotros nacemos en pecado"

El efecto de una mala decisión en materias económicas puede tener incidencias negativas sobre muchas generaciones futuras. Pero una buena decisión de hoy, puede hacer que nuestro hijos nazcan en una situación de privilegio. Para ello, es necesario que las decisiones de inversión de los recursos de todos los chilenos se tomen sobre consideraciones económicas racionales y no sobre intereses políticos de personas que privilegian los resultados de corto plazo en función de objetivos electorales. Cuando el gobierno decide "invertir" los excedentes del cobre en instrumentos financieros, la verdad es que está ahorrando y no invirtiendo. Ahorrar es dejar que otros usen nuestro dinero para obtener una rentabilidad sobre la cual recibimos una pequeña participación. En todo caso, ahorrar no es tan malo como "gastar", o sea, destinar esos recursos a fines que no permiten tener más riqueza futura, sino menor pobreza ahora y por poco tiempo. lamentablemente, es lo que se observa cada vez más frecuentemente como estilo de solución a los problemas políticos del gobierno ¿Cuánto les quedará del bono de $20.000 (US$40) al 40% de las familias más pobres que repartió el gobierno? Inversión sería destinar una parte ínfima del presupuesto de educación a subsidiar a los jóvenes talentos de escasos recursos o a disminuir la obesidad mórbida de los jóvenes para evitar los grandes gastos que deberán enfrentarse a futuro por su impacto en otras enfermedades derivadas de ella o a crear fondos de capitales de riesgo para apoyar a los emprendedores que no tienen acceso a créditos. Hoy hace falta un Ministerio de Planificación que se dedique a identificar, evaluar y apoyar la implementación de proyectos sectoriales que permitan una mejor calidad de vida permanente a futuro, en vez de pequeños desahogos económicos para tranquilizar el ambiente político y que no solucionan el problema de fondo.

Perpetuidad

7 de julio de 1950. Nacemos el periódico La Tercera y yo. ¿Viviremos lo mismo?
Yo, por lo menos, ya me estoy cansando de pensar que deberé cumplir años por el resto de mi vida. A ese ritmo se me va a acabar muy luego.
Incluso estoy evaluando no cumplir más de aquí en adelante. Quizás así viva a perpetuidad... o por lo menos tanto como La Tercera, que cada día se ve más
joven y renovada.

Cuando se calcula el valor de una perpetuidad, las matemáticas financieras usan la conocida expresión F/i (flujo anual dividido por la tasa de costo de capital). Muchos evaluadores calculan el valor remanente de la inversión (el mal llamado "valor de desecho") como el valor actual de una perpetuidad. Para ello, toman el flujo de caja del último año del horizonte de evaluación, lo suponen constante a perpetuidad y lo dividen por dicha tasa. Si bien desde el punto de vista de un activo financiero eso es correcto, no es válido para un activo productivo. Para que exista perpetuidad en un negocio, se deberá necesariamente considerar que, cada cierto tiempo, se tengan que hacer inversiones de reposición en activos productivos que permitan seguir generando esos flujos a futuro (cada tres años los computadores, cada 10 alguna máquina o cada ocho un mobiliario. La única forma de que esto no demande futuros desembolsos del inversionista es "quitándole" al flujo de caja una "reserva para reposición de activos", de manera que sea el mismo proyecto quien se sustente en perpetuidad. dadas las dificultades para estimar este monto a reservar, se puede recurrir al promedio contable denominado "depreciación". De esta forma, cuando se calcule el valor de desecho económico del proyecto, lo que corresponde es restarle al flujo normal perpetuo el equivalente a la depreciación (con lo que se obtiene un flujo anual promedio perpetuo) y su resultado dividirlo por la tasa exigida de retorno.

Para un proyecto con éxito

- "¿Por qué temblará la gelatina, Luis?
- "Posiblemente sea porque sabe lo que le espera, Antonio"

En una entrevista concedida a la cadena CNBC, Warren Buffett enumeró lo que para él son las 15 claves del éxito en las inversiones. Entre otras, llaman especialmente la atención las siguientes aplicables a quienes emprenden nuevos negocios:
a) No invierta en un mercado si no puede ver caer su inversión en un 50% sin entrar en pánico, b) No intente predecir la dirección del mercado de valores, la economía, los tipos de interés o las elecciones, c) Sea temeroso cuando otros son codiciosos y viceversa, d) Un inversionista necesita hacer muy pocas cosas bien si evita cometer los grandes errores, e) Céntrese en el retorno de la inversión, el nivel de endeudamiento y los márgenes de beneficios en vez de en las ganancias.
Respecto de estas opiniones, me surgen los siguientes comentarios. a) Sin duda, hay inversionistas con más o menos aversión al riesgo, pero las inversiones deben evaluarse en el largo plazo, sabiendo que se deberán enfrentar momentos buenos y malos; es en los proyectos más riesgosos donde se observan las mayores ganancias (y los mayores suicidios). b) Las técnicas de predicción del mercado jamás acertarán con un resultado, pero ayudarán a clarificar las opciones para reducir esos riesgos. c)Las oportunidades de negocios muy atractivos las destruye la incorporación masiva de empresas al negocio (¿recuerdan las chinchillas o el pelo de conejo angora?). Un proyecto bueno para otros no necesariamente será bueno replicarlo, por eso la importancia de medir el mercado a futuro "sin" y "con" el proyecto. d) Lo mismo vale para el evaluador de proyectos. Un gran error en la estimación impacta más que varios aciertos. e) La evaluación de proyectos considera la ganancia contable sólo como un instrumento para estimar los impuestos a pagar, pero la medición de la rentabilidad del proyecto y de los recursos propios sólo se hace respecto del retorno que genera una inversión, el momento en que ocurre y los riesgos que se asumen.

Beneficios que no constituyen flujos

Cuando la patrona le preguntó a su criada cómo podía mantener al holgazán de su marido que vive a expensas de su sueldo, esta le responde: “Es que yo me gano la vida trabajando y él se la gana alegrándomela”.

Muchas veces no somos capaces de darnos cuenta que el valor de un proyecto no está dado sólo por el incremento de la riqueza expresada en términos monetarios, sino que por los efectos indirectos que pueden tener sobre el bienestar de las personas. La evaluación social de proyectos se diferencia principalmente de la privada en que intenta valorar las externalidades, tanto positivas como negativas, que ocasionará a la comunidad. Si el efecto es provocado por producir un bien o servicio, se le denomina externalidad en la producción u oferta y si es provocado por el uso o consumo de un bien o servicio, corresponde a una externalidad en el consumo o demanda. Externalidades positivas son el bienestar que produce una prestación médica sobre el entorno familiar del enfermo o la disminución de la contaminación y la congestión vehicular derivados de la construcción de un tren subterráneo. Externalidades negativas son la degradación de suelo marino ocasionado por el cultivo de las salmoneras o la evacuación de residuos sólidos a los ríos que impiden la utilización de las aguas en el riego de otras tierras. Aunque en la evaluación privada no se incluyen estas externalidades, el inversionista al decidir sí considera la satisfacción y el bienestar no monetario que podría reportarle. Obligación del evaluador es ayudar a identificar estos beneficios indirectos e incluirlos en una evaluación cualitativa complementaria.

¿Cuándo empezó la generación perdida?

"Nuestra juventud gusta del lujo y es mal educada, no hace caso a las autoridades y no tiene el menor respeto por los de mayor edad. Nuestros hijos hoy son unos verdaderos tiranos. Ellos no se ponen de pie cuando una persona anciana entra. Responden a sus padres y son simplemente malos". (Sócrates, 470- 399 A .C.)

Las personas (clientes potenciales) evolucionan en sus apreciaciones respecto de muchas cosas. Lo que en una época se ansía, en otra se considera irrelevante o incluso se cuestiona el deseo de otras personas por tenerlo. Los gustos, las preferencias, los intereses sobre determinados bienes y servicios también cambian. Un proyecto bien evaluado debe reconocer que existe un ciclo de vida en el cliente, que hace necesario que se programe con anticipación la renovación, modificación o sustitución de todo el producto o partes escenciales de él. ¿Cuántas personas renovaron sus tostadoras de pan por los nuevos diseños que prestan el mismo servicio? El "valor" de lo estético también evoluciona con los años: cuando uno se vuelve menos emocional en la toma de decisiones por las cosas materiales. De ahí que si no se consideran las inversiones en investigación, diseño y/o adaptación de un bien, los costos serán subvaluados. Y si se piensa que porque hoy el consumidor está satisfecho no debe modificarse nada del producto, los beneficios estarán sobrevalorados. Esta es la importancia de entender la apreciación del ocio en los mayores, el menor valor a la tecnología y la reticencia a cambiar de muebles sólo por los aspectos de moda.

Vida útil acelerada

Recuerdo que cuando nacieron mis hijos me pasé los dos primeros años tratando que aprendieran a hablar y a caminar…..los 16 siguientes los pasé tratando de que se callaran y sentaran.


El flujo de caja de un proyecto se expresa en momentos. Cada uno incluye dos cosas: todo lo que pasó en el período que termina y todo lo que debe hacerse para que el siguiente ocurra. Por ejemplo, si la vida útil real de una máquina es de 3 años, al final del año tres (columna 3 del flujo), 6 y 9 se incluye normalmente la depreciación del activo, los ingresos por su venta, el valor que tenga contablemente para calcular la utilidad e impuesto y la inversión de reposición que haga posible que el cuarto, séptimo y décimo año pueda seguir funcionando el proyecto. Sin embargo, dentro de tres años muchos cambios podrán haberse producido en la tecnología. Por ejemplo, mi primer portátil fue un Toshiba que costó US$7.200 (un Volkswagen escarabajo valía en ese tiempo US$8.400), pero me duró 8 años. El HP que me compré hace menos de un años ya estoy pensando en reemplazarlo. Lo más lógico, cuando la tecnología se renueva cada vez más seguido, es suponer que el reemplazo se hace en número de períodos decrecientes. Así, hoy es común suponer que un computador se reemplazará al final del año 3, del 5 y a partir del 6° año, anualmente.