¿Muere el Crystal Ball?

Siempre he tenido una duda existencial. Cuando un científico hace un experimento con un ratón ¿el que aprende es el ratón o el científico?

Cuando el avance tecnológico es tan rápido, hay que estar preparado para reconocer a tiempo que quizás debamos abandonar ahora una inversión, antes que perder más a futuro.
En las vacaciones tuve la oportunidad de revisar, por gentileza de
software-shop, el programa Risk Simulator (que saldrá pronto en su versión en español). Como siempre, me costó encontrar la disposición para empezar a estudiar un nuevo simulador antes de haber tenido la oportunidad de conocer y usar todas las aplicaciones del Crystal Ball, software del que era fiel promotor. Sin embargo, a muy poco empezar, pude darme cuenta de las grandes ventajas que este simulador tiene.
De una gran simpleza y extraordinaria presentación, agrega, a los modelos tradicionales, una gran cantidad de utilidades como, por ejemplo, la simulación de escenarios de perfiles para el análisis de escenarios, nueve nuevos modelos de pronóstico y completísimos resultados con nuevas herramientas para análisis y optimización. Por ello, aunque todavía tengo mucho que aprender de él, lo empezaré a usar en reemplazo del Crystal Ball dentro de pocos días en la maestría que dictaré en Lima.

Creo que estoy abandonando a tiempo una larga inversión en el aprendizaje del Crystal Ball. Pero el avance de los tiempos y la responsabilidad para con mis alumnos, que merecen tener las mejores herramientas, me hicieron tomar esta decisión. A los casi 3.500 asistentes a mis cursos, charlas y conferencias a quienes enseñé durante el 2008 el uso del Crystal Ball o les expliqué las bondades de la herramienta, les escribiré un artículo que podrán bajar gratis desde este blog, acerca de cómo utilizar el Risk Simulator.

La confusión está clarísima (TIR)

Hace casi 15 años, debí asumir como Rector subrogante de la Universidad de Chile en ausencia del titular que se encontraba de viaje. Coincidentemente, visitó Chile el presidente de un importante país europeo, oportunidad en que la Universidad le entregó un premio en reconocimiento a su contribución al desarrollo. Después de su discurso y el mío, procedí a entregarle la medalla y a sacarnos las fotos de rigor. Al día siguiente, cuando me entregan una foto, la llevo orgulloso a casa para mostrársela a mi familia. Mi hijo, que tenía 11 años, me pregunta inocentemente:
─ Papá ¿qué vas a hacer con esa foto?
─ La enmarcaré y la pondré en mi oficina.
─ Ah ─me dice─ ¿y él se llevó una copia para ponerla en su oficina?
Al día siguiente boté esa foto junto con otras que tenía con los presidentes Pinochet, Aylwin y Frei y muchas más. Mi hijo me enseñó que yo no soy importante por quién está conmigo, sino por lo que yo hago. Hoy tengo las fotos de las carátulas de mis libros en la oficina.

Por años los libros de finanzas han mostrado que la TIR del proyecto tiene tantas debilidades, que su uso debe reducirse a escasas situaciones. Las principales debilidades de este tan utilizado indicador de rentabilidad se resumen en los siguientes:
  1. Cuando los ingresos ocurren primero y los egresos después. Por ejemplo, si el flujo fuese: +100 -50 -50 -50, a una tasa exigida de 10% el VAN resulta negativo en $24,3. Sin embargo, la TIR resulta ser 23,38%.
  2. Cuando el flujo no presenta egresos. Por ejemplo, cuando no hay inversiones (una consultoría personal realizada in situ), el VAN es positivo y la TIR no existe.
  3. Cuando se producen cambios de signo en el flujo. Por ejemplo, si hay una fuerte inversión en ampliación en el período 3 del flujo, hay un VAN y tantas TIR como cambios de signo se observen.
  4. Si sólo existiese un proyecto, sin cualquiera de las características anteriores, conduce exactamente a la misma decisión que el VAN.
  5. Cuando se comparan proyectos con distinta inversión inicial, la TIR más alta no necesariamente será mejor que la más baja.
La TIR no es otra cosa que una sensibilización de la tasa de costo capital. Es decir, determina aquella que hace al VAN igual a cero, tal como se hace con el precio, la cantidad, el tipo de cambio o el valor de un insumo, entre otros.

Vi....

A un miembro de la Sociedad Protectora de Animales comprar veneno para ratones.

A un vegetariano trabajando en una carnicería.

A un sacerdote pidiendo dinero para comprar un cáliz de oro.

A muchos políticos enriquecidos en poco tiempo.

A un profesor que le negaba una respuesta a un alumno a menos que le pagara una consultoría.

A un médico no atender a un paciente por no poder darle un cheque en garantía.


Nadie cuestiona el loable interés de las personas de querer ganar dinero para mejorar su calidad de vida y, quizás, la de quienes lo rodean. Pero en ocasiones, la visión miope de dar sentido de corto plazo a nuestro trabajo, nos hace a veces ser indolentes y otras inconsecuentes con respecto a la vocación profesional que libremente elegimos seguir.

El emprendedor es creativo por esencia. Tiene una disposición a asumir riesgos que muchos profesionales no están dispuestos a imitar. Sin embargo, ambas actitudes son válidas mientras se hagan con coherencia.

Muchos evaluadores ayudamos a los emprendedores a ganar más dinero. Pero si un inversionista prefiere ganar menos dinero para sentirse más realizado como persona, nuestro deber es ayudar a lograrlo. Si en pos de la maximización de la rentabilidad el inversionista tiene que actuar en contra de sus valores, el negocio, tarde o temprano, se verá afectado por la ausencia del sentido de pertenencia entre lo que se hace y lo que lo satisface hacer.

Los cuatro evangelistas

Los cuatro evangelistas eran tres: San Pedro y San Pablo (respuesta atribuida a un postulante a ingresar a la Universidad Católica de Mendoza).

Cuando se administran fondos de capital de riesgo, los financistas no sólo se preocupan de que el proyecto sea rentable en el papel. También se fijan en su sustentabilidad, coherencia de datos, consistencia en sus proyecciones, capacidad de gestión del solicitante y, finalmente, en que el proyecto pueda cumplir con los compromisos de pago del préstamo. Por eso la evaluación de proyectos se hace en tres ámbitos diferentes y complementarios: el que mide la rentabilidad del negocio, la de los recursos propios invertidos en él y también la capacidad de pago desde la perspectiva de quien presta dinero.
Al ser el estudio de viabilidad un trabajo interdisciplinario, es frecuente encontrar en algunos de ellos una falta de consistencia entre lo planteado entre los distintos estudios. Entre muchas otras cosas, he visto que el número de mobiliario de oficina era insuficiente para la dotación de personal estimado, que el estudio de mercado indicaba el fuerte posicionamiento de la competencia y no se incluía ninguna inversión publicitaria, que en el plano de cada planta no se incluía la bodega de tránsito porque había un edificio para bodega central.
El evaluador de proyectos es quien generalmente dirige los distintos estudios y, por lo tanto, es quien debe asumir la responsabilidad por mantener la coherencia y consistencia entre los distintos estudios.

El término correcto

─ ¡Cristina, Cristina.....tu marido se va a tirar por la ventana!─ le grita mi vecina a mi esposa.
─ ¡Dile al estúpido de Nassir que le puse cuernos, no alas!─ le responde ella.

Uno de los problemas que encontramos frecuentemente al evaluar proyectos, es la diferente terminología que usamos en los países latinoamericanos (e incluso entre profesores de un mismo país) para definir un mismo concepto.
Así, por ejemplo, mientras al poco feliz nombre de Valor de Desecho del proyecto algunos pocos hemos optado por llamarle Valor Remanente de la Inversión, otros le llaman Valor Residual.
En algunos países, el Valor Residual indica la parte del valor de un activo que no se deprecia mientras que en otros representa el Valor Contable de un activo (lo que en otros se denomina Valor Libro).
Cuando se estudia un proyecto en un país distinto al nuestro, el evaluador debe en primer lugar conocer las diferentes denominaciones que se les da a las variables más relevantes de un proyecto, especialmente las de origen contable.
Tan importante como eso es conocer la cultura empresarial y las actitudes personales de los distintos agentes que harán viable o no el proyecto. Mientras algunos países exigen un alto grado de formalidad en los contratos hay otros que confían más en la palabra empeñada. Mientras en unos países el proveedor racionaliza al máximo las condiciones económicas de una venta, en otros se priorizan las relaciones de confianza entre las personas.