Hace unos años, fui con un
amigo a cazar tórtolas de madrugada. Alrededor de las 9.00 horas lo veo muy aflijido,
por lo que le pregunto:
- ¿Qué te pasa Lucho? Pareces
muy enfermo.
- No- me responde- es que ya
no aguanto las ganas de ir al baño y no hay siquiera un arbusto donde pueda
esconderme.
-No te preocupes- le digo. Yo
me doy vuelta y tu te desahogas tranquilo.
Al poco rato oigo que me dice
que terminó. Me doy vuelta y veo que se está subiendo los pantalones... con tan
mala suerte que se le cae dinero del bolsillo justo en lo que había
hecho.
- Chuuuuta- le digo. Mira toda
la plata que perdiste.
Después de meditar un rato veo que
saca el resto del dinero que le quedaba en sus bolsillos y lo deja caer
junto a lo que ya había ensuciado.
- ¿Estás loco?- le grito-
¿cómo se te ocurre hacer esa cochinada?
- Es que ahora si vale la pena- me responde agachándose y tomando todo el dinero.
Un costo hundido es aquel que no cambia cualquiera sea
la decisión que se tome "de aquí en adelante".
Por eso se dice que el costo del estudio de viabilidad
es irrelevante para la decisión, ya que si se hace o no el proyecto, igual deberá pagarse.
Sin embargo, si el estudio puede conducir a la creación
de una nueva empresa, este gasto (irrelevante) puede activarse como un gasto de
puesta en marcha y, por lo tanto, amortizarse (depreciarse) contablemente,
reduciendo la utilidad y, en consecuencia,
los impuestos.
El costo del estudio no se incluye en el flujo pero su
efecto tributario sí, por cuanto se aprovecharía sólo en la opción de crear la
empresa.